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Mostrando entradas de 2008

Mi viejo y el mar

El viejo está pescando, por eso no lo escucho, ni lo veo conversar con las olas y las algas marinas. El viejo está muy solo, espera paciente allá en su peña, besado por la brisa marinera, atento a su cordel, cabila, espera. Sospecha que no tiene ya carnada, recoge, revisa, vuelve y tiende, mientras el sol se refleja en sus ojos, como el mar. Y yo sigo aquí, obstinado, en este mundo, sumido en cosas intrascendentes, esperando, eso sí, que mi viejo me lleve al fin con él a avechuchar.

La brisa fresca de Las Praderas

Ayer me sentí bien. Caminaba solo -o mejor dicho, conmigo mismo- por un parquesito cercano (en Las Praderas) que tan a propósito he encontrado en los últimos meses de esta etapa de mi vida (Que ventura sentir placer haciendo lo que tenemos que hacer por obligación!), pues caminar -segun los plomeros cardiacos del Baptist- es consustancial con mi supervivencia y de veras me gusta hacerlo, siempre me ha gustado. Pues bien, caminaba cuando de pronto una melodía se me fue metiendo por los poros, suave, tenuemente y noté que podía reproducirla, silbando. De pronto, se convirtio en cancion. Interrogué a mis oídos, para ver si habían sido ellos los responsables del misterio, pero no: me juraron y rejuraron que ellos no habían oído nada. Entonces sospeché que aquella hermosa melodía que repetía y repetía, tratando de hacerla rea de mi memoria (hasta que pudiera escribirla), era otra jugarreta de mi mente (que me gritaba Hey, aún estoy aquí!) y la guardé en mi corazón, como mía. Asi que la gana