La noche bien valió tres luises...

(Reseña de un concierto irrepetible)

Era la noche del 28 de julio de 1977, estábamos convocados por la magia de Casa de Teatro a través de su taumaturgo, el inefable Freddy Ginebra. El pretexto fue la inserción dentro del programa del tercer aniversario de La Casa, de un recital de nueva canción que ofreceríamos Luis Díaz, Juan Luis Guerra y el autor de estas líneas. El formato sería una primera ronda en la cual cada uno de los tres ofrecería -por separado- un manojo de canciones, para luego subir al escenario a cantar los tres juntos, a manera de “gran finale”.
En esos días, y también como parte de la gran celebración aniversario, Casa de Teatro había producido un disco (LP entonces) conmemorativo, en el cual algunas de las figuras más relevantes que durante esos tres años de presentaron en su escenario aportaríamos una canción. La dirección artística de ese disco estuvo a cargo de Claudio Cohén. Recuerdo que el disco lo grabamos en un estudio de grabación ubicado en el sótano de la publicitaria Young and Rubicam Damaris. A la sazón yo estaba rotando por el Hospital Robert Reid Cabral y pude aportar mi colaboración al disco gracias a que logré el permiso del jefe de servicio de ese día. De una o dos pasadas quedó lista el “Canto a tres doncellas y una sola primavera”, que fue mi aporte en ese disco. Esta información es necesaria para entender por qué la noche del concierto las cosas no terminaron como se habían planeado.
La noche ofrecía toda la complicidad de que era capaz, y la gente, percibiéndolo, fue llegando y ocupando las sillas que existían en el pequeño auditorio de La Casa. Entonces ocurrió.
Se oscureció la sala y yo subí al escenario. Antes de comenzar a cantar me tocó la responsabilidad de explicar cuál sería el programa. La gente allí presente, literalmente se frotó las manos, sospechando lo que ocurriría, pues conocían muy bien a Luis Díaz por su trabajo en Convite y en aquel momento por su incursión en la música fusión-jazz-folklore, con el grupo Madora; de Juan Luis y de mí tenían la experiencia reciente de nuestro recital “Dos”, que llenó la sala de La Casa unos meses antes y que fue comentado muy generosamente por los comentadores de la época.
Yo canté mis canciones y luego subió Juan Luis, acompañado por Felipe Sánchez al teclado, para terminar Luis Díaz, con el apoyo de Cuquito Moré reforzando las cuerdas. A pesar de que Luis estaba afónico, afectado por una fuerte gripe, expresó sus ganas tremendas de cantar. Con su participación culminaba la primera parte del recital y se abría un intermedio que la gente aprovechó para echarse un trago y ver las exposiciones que adornaban las paredes de aquél reducto de sueños y rebeldías, dentro de la pesadilla al parecer sin fin de los Doce Años.
En el intermedio fue que oímos por primera vez el disco del quinto aniversario de Casa de Teatro. Aunque confieso que me sorprendió escuchar en mi canción una clave que no estaba cuando abandoné el estudio de grabación, en realidad no le di importancia, primero porque no desvirtuaba mi creación y segundo, porque siempre he sido ingrato con mi propia producción musical. Pero a Juan Luis al parecer no le agradaron las innovaciones que de seguro encontró en la suya, pues se incomodó y sin más ni más, se fue.
Luis y yo nos pusimos de acuerdo en que ponía más en evidencia la situación si subíamos solo él y yo al escenario, es decir, sin Juan Luis, por lo que en la segunda parte del recital reeditamos el formato de la primera: primero canté yo y luego el cerró el recital con canciones emblemáticas como André’ Valé, Cibaeña, o Enriqueta, que el público coreó hasta enronquecer igual que él.
Ese recital fue irrepetible. En lo que a mí respecta, estrené en público el canto a las tres doncellas y confieso que nunca he podido reproducir el “tumbao” que le di aquella noche. Juan Luis por su parte interpretó unas hermosas musicalizaciones de poemas como el de Manuel del Cabral (“Qué se me estará muriendo en este día”) o el de Antonio Machado (“Si ha de morir contigo el mundo vano”), en fin, pedazos de un Juan Luis que desapareció debajo del peso y la presión del marketing bachatero, género en el cual ha sido tan bueno como en el que mueve hoy mi nostalgia.Todo terminó como terminan todas las cosas en Casa de Teatro, rápida y cruelmente, y en el aire quedó el eco de una noche que bien valió tres luises...

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