Respuesta a la carta de Cosette Alvarez


Querida Cosette:
Recuerdo que nos conocimos a través de mi primo Samuel, a principios o mediados de los setenta. El afecto con el que te trataba mi primo me contagió, y surgió entre nosotros una amistad que, por mandatos de la vida, no pudimos cultivar como estoy seguro hubiésemos querido. Todo ese preámbulo en esta carta es solo para decir que mi cariño hacia ti tiene una alta dosis de nostalgia, nostalgia de un tiempo en que tenía aún más de la candidez que ahora me endilgan algunos.
Las redes sociales permitieron que volviéramos a encontrarnos, ya más maduros, conscientes y moldeados por la vida y nuestras experiencias. Descubrimos que sostenemos posiciones encontradas en política, pero no en lo ético y en lo moral (ambos buscamos lo mismo, por caminos diferentes). Eso yo lo respeto. Y aunque a veces hayamos llegado a la orilla de lo tolerable, en medio de una discusión, siempre nos hemos respetado. Eso yo lo valoro. Tú has optado por enfrentar el peledeísmo, sus gobiernos y sus dirigentes, desde una parcela antagónica partidariamente, apoyando a Luis Abinader, a pesar de los lazos primarios que te unen a Hipólito; yo, cautivo de una quimera que persigo desde 1975, sigo contra viento y marea, defendiendo con mis razones a Leonel, a Danilo y a un partido al cual cada día conozco menos, pero al que sigo, también con mis razones.
Tú y yo nos parecemos (perdóname si te ofendo con la afirmación) en ese aspecto: tienes tus preferencias y las enarbolas con valentía, como yo; la diferencia es que yo creo que Luis Abinader es un hombre bien intencionado, y como dice Machado: “en el buen sentido de la palabra, bueno”, mientras para ti solo sirven “un par” de peledeístas. Eso yo lo acepto.
Tienes razón, muchos considerarán mi retirada (¿definitiva?) de Facebook como un gesto de soberbia; ahora soy yo quien te dice que la opinión sobre mi decisión solo me interesa de “dos o tres”. 
Particularizar sobre tus opiniones sobre el PLD y sus gobiernos, no creo que sea tema a desarrollar en esta carta, aunque me veo en la necesidad de decirte que exageras cuando dices que los peledeístas son “peores, mucho peores, que todos” los demás partidos del sistema. No somos buenos (eso he tenido la dolorosa experiencia de constatar), pero no somos los peores. Lo que sucede es que los dominicanos no podemos zafarnos de la cultura de que todo lo anterior fue mejor, y si no me crees, suma la gente que hoy día añora a Trujillo o a Balaguer; hasta don Antonio, que tenía más madera de hombre de vergüenza que de estadista, dicen que fue mejor.
Te agradezco la diferencia que haces entre aquellos que vituperas y yo. Ser como soy (y mantenerme siéndolo) me ha costado sangre, sudor y lágrimas (y una que otra decepción). Y todo para que mis hijos puedan llegar a cualquier sitio sin sentir vergüenza de su padre.
Tampoco me fui de Facebook tras un “pique” (la vida me ha obligado a aprender a tomar decisiones con la cabeza fría), la razón la expliqué allí: un amigo de infancia me deja de “seguir” porque discutimos en un post (él como cripto-perredeísta disfrazado de neutral y yo como defensor del presidente del PLD), y otro amigo, a quien quiero y respeto, que consideró prepotente una respuesta mía, cuando fijé mi posición con respecto a los dos fallecimientos ocurridos en una clínica de estética de Santiago, llegando a ponerme en el mismo saco de “ciertos funcionarios”. Eso me hizo reflexionar y evaluar el “costo-beneficio” de utilizar esa red social como tribuna (me he visto obligado a usarla ante la virtual desaparición de los organismos de base de mi partido). El resultado de esa reflexión se expresó en mi decisión.
Por otro lado, sabes de sobra que no necesito promoverme ni en Facebook, ni en Twitter, ni en Instagram, ni en red social alguna, pues nada vendo y no aspiro a un puesto electivo. Además, no solo conocí a mis dos abuelas, sino también a dos de mis bisabuelas; calcula si no fui mimado, consentido y adulado lo suficiente…
Y esa es la verdad, mi verdad, querida Cosette.
En fin, el mundo es pequeño, no dudes que, a la vuelta de cualquier esquina, nos volvamos a encontrar…


Luis Tomás 

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